viernes, 2 de marzo de 2012

Nosotros, los padres...

Alguien que marcó la historia dijo: "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra"

Bueno, yo no estoy libre de pecado, pero esto no es una piedra. Es simplemente la realidad... nosotros, los padres hacemos de nuestros hijos una bendición o una carga.

Hace pocos días me ocurrió algo curioso como docente que me hizo reflexionar como madre. Se acercó un padre de familia a realizar una solicitud. Hasta ahí, como dicen los muchachos de hoy, todo bien. Yo dije: "sí, claro, en qué le puedo colaborar.." y entonces: ¡plop! como Condorito. La solicitud requería de un decisión simple, un cambio sencillo, insignificante en la cotidianidad del aula de clase, pero marcaría una tendencia macabra en la vida de ese estudiante... una situación de niños que los padres solicitaron dirimir... ay Señor! nosotros, los padres... ¿cuando aprenderemos a enseñar a nuestros hijos a solucionar sus propios problemas? ¿cuándo soltaremos la rienda? ¿seguiremos abogando por ellos hasta en las  más minúsculas situaciones? ¿seguiremos, rebajándonos al nivel de infantes, peleando peleas infantiles?

Si, nosotros, los padres; somos los culpables de las características de la juventud que tanto criticamos, de su grosería, de su mentirosa independencia (mentirosa porque solo es rebeldía e irrespeto a la autoridad, pues en todo y para todo dependen de nosotros y nosotros acolitamos su dependencia), de su altanería, de su inexistente noción de autoridad. Desde bebés, cuando les compramos un chupón, sólo para no oirlos llorar, para no prestarles atención, desde párvulos, cuando compramos dulces y juguetes para calmar la pataleta y no pasar vergüenzas en los almacenes. Desde niños, cuando preferimos hacerles las tareas y recogerles los regueros que pelear con ellos para ellos mismos lo hagan. En la adolescencia, cuando su rebeldía crece tanto como su cuerpo y se alborota al igual que sus hormonas y bajo el sofisma "del mejor amigo" caemos en la total sinvergüencería, fachada del miedo de perder su amor, y cedemos a todo, respaldamos lo inaprobable, accedemos a lo inpensable. Y nos quejamos. Yo lo hago. Me incluyo.

En verdad, este oficio de docente exige estar "al día" pero no en tendencias pedagógicas (bueno, tal vez sí, pero hacia allá no va el escrito) sino a la lectura de la vida, de la realidad, de la actualidad, de la sociedad, de la familia de hoy. Leer el día a día es la única manera de sobrevivir a situaciones como esta... porque cada vez que la recuerdo pienso en las veces en que mi mamá fue a solicitar algo similar para mí en el colegio.

PIenso.

Pienso.

Vuelvo a pensar. 

Un número aparece. Cero. 0

¿Será que mi madre, fue, como dicen los niños de hoy, una "mala" madre o simplemente, me obligó a ser y a crecer?

No sé. Sólo sé que hoy no llamo a mi "mami" a que me solucione mis problemas.

Hasta la próxima!

domingo, 26 de febrero de 2012

Volver disciplinar la primaria... ¿es buena estratregia?

Muchos conocedores en eduucación, pensadores, psicólogos, pedagogos, docentes ... debaten desde siempre métodos y estrategias que puedan conllevar al aprendizaje. Casi todos coinciden en un punto: el aprendizaje debe ser significativo y para serlo, debe estar integrado a la realidad.

Muchos pedagogos sugieren la integración, la integralidad, la transversalidad como estrategia para conseguir ese grado de significación que necesita el quehacer educativo dentro del aula para convertirse en un proceso exitoso.

En Colombia, la realidad de las aulas dista mucho de las propuestas de los grandes pensadores, sobre todo en las aulas públicas. Dentro de evaluaciones generales sobre prácticas pedagógicas (por encima de resultados) la escuela primaria siempre "ha sacado la cara" por la educación colombiana. ¿Las razones? La identidad de los docentes con sus estudiantes, la prevalencia de la formación sobre la instrucción, un mayor acompañamiento de todos los entes (en comparación con los encontrados en bachillerato)...

Sin embargo, ese modelo de escuela que recordamos viene desapareciendo desde hace unos años. La preocupación de las instituciones sobre los resultados frente a las pruebas externas ha convertido la educación primaria en un ejercicio más de instrucción que de formación. Lastimosamente.

No es raro ver hoy en las instituciones de primaria docentes especializados por áreas del conocimiento (lo que en otrora época era una experiencia de bachillerato) y niños caminando de salón en salón, de docente en docente, tratando de encontrar en este ejercicio lo que nosotros conseguiamos en los brazos de una maestra-madre año tras año: identidad, aceptación, formación, instrucción, integración...

Este año el ejercicio pedagógico me lleva a esta experiencia, por vez primera para mi. Reconozco que tengo mis prejuicios, que prefiero esa imagen mental de la profesora de primara como algo indispensable en el ideario de un colombiano normal... pero todo cambia con el tiempo y nosotros los docentes debemos cambiar también (o terminaremos siendo dinosaurios)..

Sólo espero que esta experiencia sea fructífera no sólo como experiencia pedagógica, sino como ejercicio educativo y que aporte algo valioso a la vida de las niñas que están a mi cargo este año...

Ya veremos...

viernes, 9 de diciembre de 2011

Razones de un profesor para renunciar porque sus alumnos no escriben bien


Buen día: 

Navegando en internet encontré este interesante artículo escrito por un docente universitario de manera especial para el periódico el tiempo. 

Disponible online en http://www.eltiempo.com/vida-de-hoy/educacion/no-aguanto-que-sus-alumnos-no-puedan-redactar-un-parrafo-correctamente_10906583-4 

Razones de un profesor para renunciar porque alumnos no escriben bien

Camilo Jiménez, periodista y profesor de Comunicación Social de la Javeriana, renunció a su cátedra.

Un párrafo sin errores. No se trataba de resolver un acertijo, de componer una pieza que pudiera pasar por literaria o de encontrar razones para defender un argumento resbaloso. No. Se trataba de condensar un texto de mayor extensión, es decir, un resumen, un resumen de un párrafo, en el que cada frase dijera algo significativo sobre el texto original, en el que se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito -ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas: claridad, economía, pertinencia. Si tenía ritmo y originalidad, mejor, pero no era una condición. Era solo componer un resumen de un párrafo sin errores vistosos. Y no pudieron.
No voy a generalizar. De 30, tres se acercaron y dos más hicieron su mejor esfuerzo. Veinticinco muchachos en sus 20 años no pudieron, en cuatro meses, escribir el resumen de una obra en un párrafo atildado, entregarlo en el plazo pactado y usar un número de palabras limitado, que varió de un ejercicio a otro. Estudiantes de Comunicación Social entre su tercer y su octavo semestre, que estudiaron doce años en colegios privados. Es probable que entre cinco y diez de ellos hubieran ido de intercambio a otro país, y que otros más conocieran una cultura distinta a la suya en algún viaje de vacaciones con la familia. Son hijos de ejecutivos que están por los 40 y los 50, que tienen buenos trabajos, educación universitaria. Muchos, posgraduados. En casa siempre hubo un computador; puedo apostar a que al menos 20 de esos estudiantes tiene banda ancha, y que la tele de casa pasa encendida más tiempo en canales por cable que en señal abierta. Tomaron más Milo que aguadepanela, comieron más lomo y ensalada que arroz con huevo. Ustedes saben a qué me refiero.
Por supuesto que he considerado mis dubitaciones, mis debilidades. No me he sintonizado con los tiempos que corren. Mis clases no tienen presentaciones de Power Point ni películas; a lo más, vemos una o dos en todo el semestre. Quizá, ya no es una manera válida saber qué es una crónica leyendo crónicas, y debo más bien proyectarles una presentación con frases en mayúsculas que indiquen qué es una crónica y en cuántas partes se divide. Mostrarles la película Capote en lugar de hacer que lean A sangre fría. Quizá, no debí insistir tanto en la brevedad, en la economía, en la puntualidad. No pedirles un escrito de cien palabras, sino de tres cuartillas, mínimo. Que lo entregaran el lunes, o el miércoles.
De esas limitaciones y dubitaciones, quizá, vengan las pocas y tibias preguntas de mis estudiantes este último semestre, sus silencios, su absoluta ausencia de curiosidad y de crítica. De ahí, quizá, vengan sus párrafos aguados, con errores e imprecisiones, inútilmente enrevesados, con frases cojas, desgreñadas. Esos párrafos vacilantes, grises, que me entregaron durante todo el semestre. Pareciera que estoy describiendo a un grupo de zombis. Quizá, eso es lo que son. Los párrafos, quiero decir.
El curso se llama Evaluación de Textos de No Ficción y pertenece a la línea de Producción Editorial y Multimedial de la carrera de Comunicación Social de la Universidad Javeriana. En cuanto a lecturas, siempre propuse piezas ejemplares en los géneros más notorios de la no ficción: crónica, perfil, ensayo, memorias y testimonios. A partir de clásicos nacionales y extranjeros, los estudiantes componían escritos como los que debe elaborar un editor durante su ejercicio profesional. Primero, un resumen: todos los textos de los editores son breves, o deberían serlo -contracubiertas, textos de catálogo, solapas, etcétera-. Una vez que la mayoría hubiera conseguido un resumen pertinente y económico, pasábamos a escritos más complejos: notas de prensa y contracubiertas, para terminar con un informe editorial o una reseña.
En el centro de todo el programa estaban la participación y la escritura de textos breves a partir de otro texto mayor. Insistí siempre en la participación en clase para fomentar actividades que noto algo empañadas en la actualidad: la escucha atenta, la elaboración de razones y argumentos, oír lo que uno mismo dice y lo que dice el otro en una conversación.
El otro concepto transversal, la economía lingüística, buscaba mostrarles la importancia de honrar la prosa. Si uno en 100 palabras debe sintetizar un libro de 200 páginas, debe cuidar cada palabra, cada frase, cada giro. En últimas, la palabra escrita les dará de comer a estos estudiantes cuando sean profesionales, no importa si se desempeñan como editores de libros, revistas o páginas web, como periodistas o como profesores e investigadores.
Los estudiantes de este último semestre, y los de dos o tres anteriores, nunca pudieron pasar del resumen. No siempre fue así. Desde que empecé mi cátedra, en el 2002, los estudiantes tenían problemas para lograr una síntesis bien hecha, y en su elaboración nos tomábamos un buen tiempo. Pero se lograba avanzar. Lo que siento de tres o cuatro semestres para acá es más apatía y menos curiosidad. Menos proyectos personales de los estudiantes. Menos autonomía. Menos desconfianza. Menos ironía y espíritu crítico.
Debe ser que no advertí cuándo la atención de mis estudiantes pasó de lo trascendente a lo insignificante. El estado de Facebook. "Esos gorditos de más". El mensaje en el Blackberry.
Nunca he sido mamerto ni amargado ni ñoño: a los 20 años, fumaba marihuana como un rastafari y me descerebraba con alcohol cada que podía al lado de mis cuates. Quería ver tetas, e hice cosas de las que ahora no me enorgullezco por tocarlas. Empeñé mucho, mucho tiempo en eso. Pero leía.
No sé. En esos tiempos lo importante, creo, era discutir, especular, quedar picados para buscar después el dato inútil. Interesaba eso: buscar. Estoy por pensar que la curiosidad se esfumó de estos veinteañeros alumnos míos desde el momento en que todo lo comenzó a contestar ya, ahora mismo, el doctor Google.
Es cándido echarle la culpa a la televisión, a Internet, al Nintendo, a los teléfonos inteligentes. A los colegios, que se afanan en el bilingüismo, sin alcanzar un conocimiento básico de la propia lengua. A los padres que querían que sus hijos estuvieran seguros, bien entretenidos en sus casas. Es cándido culpar al "sistema". Pero algo está pasando en la educación básica, algo está pasando en las casas de quienes ahora están por los 20 años o menos.
Mi sobrino le dice a su madre, mi hermana, que él sí lee mucho, en Internet. Lo que debe preguntarse es cómo se lee en Internet. Lo que he visto es que se lee en medio del parloteo de las ventanas abiertas del chat, mientras se va cargando un video en Youtube, siguiendo vínculos. Lo que han perdido los nativos digitales es la capacidad de concentración, de introspección, de silencio. La capacidad de estar solos. Solo en soledad, en silencio, nacen las preguntas, las ideas. Los nativos digitales no conocen la soledad ni la introspección. Tienen 302 seguidores en Twitter. Tienen 643 amigos en Facebook.
Dejo la cátedra porque no me pude comunicar con los nativos digitales. No entiendo sus nuevos intereses, no encontré la manera de mostrarles lo que considero esencial en este hermoso oficio de la edición. Quizá la lectura sea ahora salir al mar de Internet a pescar fragmentos, citas y vínculos. Y en consecuencia, la escritura esté mudando a esas frases sueltas, grises, sin vida, siempre con errores. Por eso, los nuevos párrafos que se están escribiendo parecen zombis. Ya veremos qué pasa dentro de unos pocos años, cuando estos veinteañeros de ahora tengan 30 y estén trabajando en editoriales, en portales y revistas. Por ahora, para mí, ha llegado el momento de retirarme. Al tiempo que sigo con mis cosas, voy a pensar en este asunto, a mirarlo con detenimiento. Pongo el punto final a esta carta de renuncia con un nudo en la garganta.
Camilo Jiménez
Especial para EL TIEMPO

viernes, 4 de noviembre de 2011

TARDE DE TALENTOS

Aunque desde hace 15 años soy docente y he hecho en mi aula cosas interesantes, ayer particularmente, hice algo que no había hecho: una tarde de talentos.

Aunque al conversar sobre pedagogía siempre se habla de formación integral, de inteligencias múltiples, de que todos los estudiantes no son iguales y que cada uno tiene sus fortalezas especiales, nada iguala a esta actividad. En ella realmente se ve quien es quien.

Fue impactante para mi ver a esas niñas que tuve a mi cuidado todo el año hacer cosas que yo, como su profesora, no habría creido que podían hacer. Me estrellé con a inevitable verdad: muchas veces desconocemos lo que más cercano tenemos y de esas veces, la mayoría, subvaloramos.

La sorpresa no fue por la espectacularidad de las presentaciones, ni siquiera por la calidad, en términos artísticos de las mismas, sino por la ACTITUD que las invadió no sólo a cada una de ellas como ser individual, sino como el ambiente que se propagó en el grupo en general.

Fue sorprendente, por ejemplo, escuchar a 30 niñas coreando una canción mal llamada "para planchar" que fue estrenada por lo menos 20 años antes que ellas tan siquiera fueran concibidas como idea. Que niñas de 9 y 10 años cantaran con ardor en su voz: "...porque ahora soy yo la que quiere estar sin ti" coro muy propio de mujeres nacidas en los 60-70's que tuvieron sus experiencias amorosas hacia los 80's cuando el duo intérprete de este famoso estribillo brillaba con luz propia.

Este fenómeno podría explicarse tal vez en la moda del reencauche de la música de décadas pasadas frente a la pobreza de letra, sentido y significado de la música actual, en la influencia de la televisión, especilamente  las telenovelas, en el ideario de las niñas, pero tal vez, y más, por el simple hecho de ser MUJERES. Desde pequeñas, tendientes al dramatismo, al victimismo, al heroísmo... Qué hacer! al parecer está en nuestro código genético.

La tarde prosiguió mostrando los mejores pasos de baile en armonía a canciones puestas hoy de moda por una telenovela pero escritas hace veinte, treinta o incluso, más años. Interesante, sus cuerpos acostumbrados a los movimientos sensuales casi eróticos con los que se acompaña a la música de hoy, dieron paso a otros, tal vez menos sugestivos, pero a mi gusto, más armoniosos. Sorprendente. Niñas de aquellas que tal vez su voz nunca usan dentro de plática ordinaria del salón para enriquecer la clase, finalmente, se escucharon. Esas voces cantaron, corearon, rieron.

Conclusión. Etiquetamos. Buenas, malas, juiciosas, flojas, cansonas, calladas. Bonitas, feas, pulcras... NO. Simplemente, niñas. Aunque diferentes a nosotros, a las nuestras, a nuestra infancia. Niñas. Completas, alegres, divertidas, con gustos, con sensaciones, con proyecciones que muchas veces ni siquiera conocemos para ayudar a alimentar.

Aunque la pasé bien, me dí cuenta lo poco que sé de esto que hago hace 15 años. Tal vez, lo mala que soy; no en sentido perverso, ni en sentido negligente; tal vez solo en sentido común.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

El super profe - La caricatura-

 Como el texto no se puede apreciar bien:

Viñeta 1: (Conversación telefónica)
(PROFESOR X)-Hola señor Pedro, lo llamo para avisarle que su hijo va mal en el colegio.
PEDRO: Ah, ahora que haría ese chino, bueno, ya voy para allá.

Viñeta 2:
 (PROFESOR X)-Su hijo no trae tareas y lo unico que hace es habla y habla.
PEDRO: Ussssssss
NIÑO: uhm uhm (llanto)

Viñeta 3:
SUPERPROFE: Alto! No le pegue!
(El padre ahorca a su hijo)

Viñeta 4:
PEDRO: Entonces, ¿cómo lo reprendo?
SUPERPROFE: Dialogando! ¿Cierto Nicolás?
NIÑO: (llora)

Viñeta 5:

PEDRO: Chao profesor
SUPERPROFE: Chao Don Pedro
NIÑO: Chao profesor

Viñeta 6:  (padre e hijo ven televisión)
PEDRO: Hijo  ¿ya hiciste la tarea de español?
NIÑO: Si papí, no se preocupe!

Viñeta 7: (En el salón, en clase de español)
PROFE DE ESPAÑOL: Nicolás el cuaderno!
NIÑO: Tenga profesora

Viñeta 8: (conversación telefónica)
PROFESOR X: Si, con Pedro? Le informo que su hijo Nicolás ha mejorado y no perderá el año!
PEDRO: Si, con él. Muchas gracias profe, hasta luego, chao...

Viñeta 9: (Entre corazones)
PEDRO: Felicidades hijo, mejoraste, mereces un abrazo!
NIÑO: Gracias papi! (abrazados)

martes, 20 de septiembre de 2011

La caricatura como rostro de la realidad escolar

Hace algunos días desarrollé una clase con estudiantes de sexto grado de un colegio ubicado en un sector poco favorecido de la ciudad. 

La clase (de castellano) se orientaba a la lectura e interpretación de un artículo periodístico sobre un nuevo proyecto de caricaturas animadas desarrollado por tres jóvenes colombianos (Este proyecto ya está en carteleras de cine) y se integraba otro objetivo a la clase, el análisis del trabajo en grupo. Las actividades tomadas de un libro de una reconocida editorial traía como actividad complementaria el análisis de la realidad escolar para el establecimiento de un superhéroe.

Siendo honesta, empecé la actividad sin mucho ánimo, es más la inicié pensando en que solamente haría la lectura y montaría una actividad de comprensión lectora a nivel textual e inferencial, pero poco a poco me fuí metiendo en el tema más por el interés que ellos mostraron en el momento de caracterizar superhéroes.

Lo hicieron de manera rápida y segura. Características como doble identidad, bondad, justicia, gentileza, búsqueda de la paz, salieron a destajo. Lo interesante vino después cuando se les planteó identificar en su salón y/o en el colegio personas que cumplieran estas características.

Se les planteó identificar el superhéroe del colegio y elaborar con él una caricatura donde se evidenciara su actuar. La actividad se planteó ya al final de la clase, como tarea, y en verdad esperé que fuera otra tarea más, de esas que pocos hacen. 

Al día siguiente, mi sorpresa fue grata al encontrar tan buenos trabajos, no desde lo artístico, ni desde lo literario, pero sí desde lo ético. Sorpresa que se convirtió en mayúscula cuando encontré en una de esas historias a un docente como superhéroe... pero no el docente chévere que todos quieren, con quienes los estudiantes bromean y sonrien, no.

Aquel al que le temen, aquel que despierta odio, miedo, rabia... todo ese río de emociones adolescentes que separan a docentes de dicentes. Aquel fue su superhéroe. Increíblemente para la impresión de muchos, algunos encontraron en aquel profesor aquellas características: justicia, bondad, gentileza. Esas que la mayoría no ve en su regaños cotidianos.

¿Será esta una esperanza seria para nosotros los docentes "cansones"? (esa no es precisamente la palabra que un estudiante usaría)¿Seremos algún día, el superhéroe de alguien? ¿Aunque sea el de nuestros hijos?

Les dejo la duda.

PD. Aclaraciones:

1. El docente superhéroe no fui yo.

2. Les quedo debiendo una captura gráfica de la historieta. Esto será para la próxima.

domingo, 28 de agosto de 2011

Estrategias Interesantes

EL LIBRO VIAJERO


¿Quién pensaría que un simple cuaderno incentivaría en las niñas el deseo de escribir?

El cuaderno viajero es una, ya antigua, estrategia para incentivar la producción textual. Consiste en enviar un cuaderno a casa de cada niña para que allí con ayuda de sus padres, realicé escritos libres o guiados, según se le asigne. Yo aconsejo por experiencia:

  1. Empezar el cuaderno viajero con un escrito hecho a mano por la docente, tipo introducción - motivación, donde se explique el trasfondo pedagógico de la actividad pero en términos entendibles tanto para las niñas como para los padres.
  2. Establecer objetivos de la actividad y dejarlo por escrito en las primeras páginas del cuaderno.
  3. Establecer normas de uso que orienten el trabajo en el cuaderno, como por ejemplo:
  • Leer la introducción, los objetivos y las normas de uso SIEMPRE y antes de escribir en el cuaderno.
  • Leer los textos introducidos por las compañeras que llevaron el cuaderno antes.
  • Realizar dibujos, gráficos y mantener normas de presentación, orden y sobre todo, ortografía.
  • Los textos deben ser ESCRITOS PROPIOS de las niñas, no copiados de libros ni bajados de internet ni redactados por los padres.
  1. Determinar un formato general de entrada para cada texto, por ejemplo yo uso: Semana No. ___, Responsable: _____; Tipo de texto: ________
  2. Variar el tipo de texto que las niñas deben escribir. Por experiencia sé que generalmente al dar libertad de tema y tipo de texto para escribir, ellas escribirán cuentos de hadas. Por esta razón, incitar a que escriban otros textos como anécdotas, chistes, fábulas, poesías, noticias, textos instructivos o informativos. (Estos textos deben estar de acuerdo al grado, la edad, y el estudio de las estructura de cada uno desde el área de lengua castellana)
Finalmente, sugiero elegir un cuaderno "bonito" (grande, encuadernado, cosido, con una imagen llamativa para las niñas) y crear una atmósfera de IMPORTANCIA  frente a él, así, ellas se pelearán por llevarlo, por leerlo, por escribir en él, por cuidarlo. 

Este cuaderno también toca un perfil psicológico propio del ser humano: la necesidad de reconocimiento. Dentro del formato de cada texto debe aparecer: "Autor:"; "Escrito por:".

Hasta una próxima ocasión.